domingo, 6 de diciembre de 2020

El Depurador - Novela

 

Sinopsis:

Valentín le da vida a Diamantina, una drag queen de labios de cereza, peluca oscura y botas sensuales. Ella está dispuesta a conquistar la noche con su primer show en vivo en el bar gay La Macarena. El público se enamora, arroja billetes y clama por más. Todo es perfecto, como siempre lo había soñado.
Entre tanto, mientras Diamantina se despide de su público, alguien es asesinado en el baño de hombres.
La víctima resulta ser Diego, mejor amigo de Valentín.
El pánico llega y todo es oscuridad. La confusión también se hace presente, pues el asesino ha dejado dos pistas; la primera: el versículo recortado de una Biblia donde se lee: porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. La segunda: una cruz sangrienta dibujada en la frente de Diego.
Producto de la depresión, Valentín decide desaparecer a Diamantina. Continúa con su vida normal trabajando como enfermero en un hospital privado. Nunca debió de crear a Diamantina. Diego nunca debió de entrar a aquel bar.
Días después, el cuerpo de otro joven es encontrado en un lote baldío. El homicidio es similar al caso de Diego, ya que su asesino lo estranguló hasta morir para así abandonarlo con un versículo recortado de la Biblia metido en el bolsillo del pantalón, además de dibujarle una cruz alargada en la frente con su propia sangre.
Los detectives privados, Armando Solís y Norberto Balam, son contratados para resolver dichos casos. Las pistas son pocas, pero partirán de ellas para intentar encontrar al peligroso homicida.
Sin embargo, la depuración apenas comienza.

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miércoles, 4 de noviembre de 2020

7 errores que no debes cometer al publicar un libro en Amazon Kindle

 

La autopublicación es una opción maravillosa para estos tiempos tan complejos. Gracias al virus que hoy nos aqueja, los lectores preferimos adquirir nuestros libros en línea antes de acudir a una librería o incluso pedirlos por internet. Digo, si algo nos ha enseñado e inculcado el internet es a vivir en la inmediatez. 


Para el escritor que desea (y sueña) con publicar una de sus obras, Amazon podría ser su mejor amigo. Sin embargo, no es tan fácil como lo pintan algunos. Es por eso que en esta entrada he decidido a compartir algunos puntos clave que todo autor debería considerar antes de adentrarse al mundo de Amazon Kindle. Si bien los consejos que leerá a continuación podrían parecerle repetitivos, los he escrito por mera experiencia. A lo largo del año 2020 publiqué dos libros en la plataforma de Amazon… Y vaya que he encontrado más de un error en el proceso.


1. No revisar al 100% tu borrador

Me parece que es más que obvio que la revisión de contenido de un borrador es crucial para conseguir un texto de calidad. Aunque para algunos podría ser un pasatiempo entretenido, a casi nadie le gusta encontrarse con horrores, perdón, errores gramaticales en un libro por el que ha pagado. Mi consejo es: revisa, revisa de nuevo y vuelve a revisar una vez más. No basta con encontrar errores ortográficos; la revisión de un borrador conlleva tiempo y paciencia. Eso sí, por favor no edites tu libro mientras lo escribes. Por más tentado que estés, concéntrate en acabar la historia e ignora tus errores. 
    Una vez terminado el borrador, déjalo descansar por unos días para así continuar con sus posteriores revisiones. Sugiero hacer una lista de las cosas a revisar y atenderlas una a una. Por ejemplo, en mi primera obra publicada me vi en la necesidad de corregir puntuaciones (en especial las comas), cambiar palabras por sus sinónimos, sustituir frases débiles por oraciones complejas, enriquecer a los personajes (con descripciones físicas, mentales y de actitudes) y eliminar una serie de palabras con poco valor literario (como el verbo estar o los derivados de después).


2. Que nadie lea tu libro antes de publicarlo

Una vez que has revisado tu manuscrito (más de una vez, reitero), es necesario que un tercero lo lea con la intención de darle un repaso general. Un error que muchos autores cometen al autopublican sus obras es el de no dar a conocer su libro a un lector beta. También llamado lector cero, estos son un excelente referente para encontrar errores o posibles cambios que uno como autor no puede o ha podido detectar. Sugiero que sean más de dos, pero aquel o aquella que acepte a leerte deberá proporcionar comentarios sinceros y criticas constructivas. Frases como: me gustó tu libro o está bueno el final, no ayudan del todo. Parece decepcionante, pero los desaciertos que un lector cero encuentre en tu libro serán los más valiosos.


3. La maquetación y diseño es pobre

A pesar de no tratarse de un libro físico, la maquetación y diseño de un libro electrónico es crucial para la comodidad de un lector. Un desacierto del escritor autopublicado es el no prestarle atención al diseño de su manuscrito. En lo personal, utilizo Kindle Create; un software diseñado para la maquetación ebooks. Aunque no es tan completa como uno podría imaginar, esta herramienta es excelente para editar un libro electrónico. Vale la pena aprender a usarlo para así sacarle el mayor provecho.


4. La portada no es atractiva

Este es un tema que divide opiniones. Unos dicen que no deberíamos juzgar a un libro por su portada y otros comentan que la portada es parte fundamental para una historia. Sin embargo, cuando se trata de ebooks, no hay mejor manera de atraer a un posible lector con una buena portada. Si es la primera vez que publicas un libro, deberás tener en cuenta que los lectores no te conocen, no saben tu nombre y mucho menos cómo escribes. Cuando estos navegan por Amazon, sus ojos se pasean por sólo imágenes y la esperanza de engancharlos dependerá de las portadas. Si la tuya es atractiva, tendrás más chance de que un lector le eche un vistazo a tu obra. Es por ello que lo mejor es contratar a un diseñador gráfico y ponerse de acuerdo en cómo será tu tan esperada portada. Eso sí, si crees que eres lo suficientemente bueno para crear una portada de calidad, adelante, hazlo. En mi caso no fue así, pues soy pésimo diseñando. Recomiendo a Blanca Ceen, la diseñadora de la portada de mi primera novela.


5. La descripción es poco convincente

Este es uno de esos consejos que te encuentras en cualquier blog o tutorial sobre autopublicación de ebooks. Sí, la descripción es importante. En ella tienes la oportunidad de terminar de convencer a tus posibles lectores de adquirir tu obra. No la desperdicies.


6. Sin promoción gratuita

Amazon es muy bueno con eso de las promociones. En la mayoría de ellas debes pagar cierta cantidad de dinero para poder promocionar tu obra como se debe. Sin embargo, la opción de promoción gratuita es perfecta para dar a conocer tu obra, pues le darás visibilidad y te posicionarás en un buen nivel como autor. La realidad es que, así como tú y yo, hay miles y miles de autores que también quieren resaltar.


7. Sin publicidad

Una vez que tengas en libro gratis en línea, deberás promocionarlo. Compártelo en todas tus redes sociales, crea videos trailer y publícalo en grupos de Kindle Amazon en Facebook. Un libro sin publicidad no llegará muy lejos.


En conclusión, publicar un libro en Amazon Kindle es un proceso tedioso repleto de errores a corregir. En lo personal, el manuscrito resultante de un autor de ebooks no debería de tener ningún error gramatical o de estilo. Además, todos los detalles del libro, como la portada o las primeras páginas, deberían estar pensados y diseñados con paciencia y dedicación.
    El mundo de la autopublicación es complejo, y a veces, desalentador. Si usted piensa publicar su libro, pero cree que su obra no vale la pena, le animo a que no piense dos veces en publicarlo. Le deseo la mejor de las suertes.

 

Lee mis libros:

Mujer de Espíritu Joven y Otros Relatos Estrambóticos

El Depurador

sábado, 8 de agosto de 2020

CARILOHA - Ropa Hecha Con Bambú

Cuando me enteré de que una marca estadounidense llamada Cariloha fabricaba productos como playeras, sábanas y toallas con la pulpa del bambú me dije que debía ser una broma. En principio creí que no podía ser cierto ya que, como cultura general, el bambú es una de las plantas más resistentes y fuertes del mundo. ¿Cómo alguien podría convertir el bambú en una tela? Al final, y después de investigar al respecto, supe que Cariloha no mentía cuando decía que elaboraba telas de bambú que resultan más suaves que el mismo algodón orgánico.

Cariloha, ideada en Salt Lake City, Utah, surge como una empresa innovadora. Esta tienda ofrece productos que van desde colchones de lujo hasta ropa interior de bambú. Cada producto de la tienda contiene fibra de bambú tratada con productos aprobados y certificados por la GOTS (Global Organic Textile Standard) y la OTA (Organic Trade Association). Esto quiere decir que Cariloha es una empresa verde y que al mismo tiempo se preocupa por ofrecer productos de alta calidad.

Lo más impresionante de los productos de bambú de Cariloha es su suavidad. Cada prenda o pieza es el doble de suave que el algodón regular, esto significa que la comodidad es mucho mayor. Las sábanas, por ejemplo, pueden mejorar la calidad de sueño por su gran suavidad.

Otro beneficio de los productos de bambú compromete a la llamada tecnología termorreguladora. Es decir, cada producto es capaz de regular la temperatura corporal del usuario. Si usted es de los que transpiran en exceso durante la hora del sueño, como yo, deberá saber que las sábanas y mantas de Cariloha son perfectas para refrescarle mientras duerme.

Los productos más vendidos de Cariloha son sus colchones, sábanas, toallas, playeras, almohadas y ropa interior. Por otro lado, Cariloha ofrece pijamas variadas, mantas de distintos tipos, calcetas con diseños divertidos, vestidos, fundas de almohada, protectores de colchones, duvets, ropa deportiva y cómodas batas de baño. Entre otros beneficios que los productos de Cariloha ofrecen se encuentran:

  • Resistencia a rasgaduras.
  • Antibacteriales.
  • Repelen el polvo y la humedad.
  • Perfectos para cualquier época del año.
  • Repelen olores indeseados.
  • Hipoalergénicos.
  • Diseños y colores para todos los gustos.

Como experiencia personal, adquirí un juego de sábanas, un par de playeras y ropa interior. No me arrepiento. Sin embargo, confieso que al principio compré sólo una playera de bambú para poder probar su calidad. La verdad es que no pude resistirme a adquirir otra playera y un par de boxers. En serio, la ropa de Cariloha es muy cómoda y suave. Además, y porque el bambú es tres grados más frío que el algodón, no tengo que preocuparme por el sudor indeseado. Al final, me compre un juego de sábanas tamaño queen color harbor gray en su edición satinada. ¡No había dormido mejor en años! 

A pesar de que esta es una empresa nacida en los Estados Unidos, sus tiendas se extienden por todo el caribe y el continente americano en lugares como Jamaica, Honduras, Florida, Panamá, Hawái y Alaska. Recientemente Cariloha ha llegado a todo el territorio mexicano. Ahora, cualquier persona que resida en México podrá solicitar productos de bambú desde sus redes oficiales.

Visítalos y prueba la excelente calidad de Cariloha:

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Página Oficial


miércoles, 5 de agosto de 2020

Libro de Cuentos: Mujer de Espíritu Joven y Otros Relatos Estrambóticos



Una mujer y su hijo visitan un peculiar zoológico. 
Un diario local que predice el futuro a través de sus noticias. 
Una mujer que recurre a la brujería para intentar cambiar la actitud de su marido.
Un hombre que asegura que su madre ha sido raptada y reemplazada con su doble. 
    Estas y otras nueve historias estrambóticas están presentes en esta fascinante antología de cuentos que explora la conciencia humana y describe las perturbadoras posibilidades de la mente que en ocasiones pueden ser tan oscuras como el fondo de un pozo.

Disponible en:


GOOGLE PLAY BOOKS





LEE UN EXTRACTO:

LA CENA 



El gato llega, pasa por debajo de la mesa y se restriega contra tus piernas desnudas. Estás ya acostumbrado de tales caricias que no te inmutas e ignoras al felino que no ha comido desde las nueve, pero que ya le urge masticar algo de carne enlatada.

Miras al gato salir de la cocina. Su cola se agita en el aire y desaparece en el umbral.

El reloj marca las seis y media. Recuerdas que la abuela tenía un reloj de péndulo en su sala ubicado al lado del sofá que eran tan antiguo como el mismo reloj. Aquel dictaba cada hora con un hueco y acompasado timbre. La única gracia del reloj de tu cocina es su forma cuadrada. Gracias al silencio puedes escuchar con detalle el rodar de sus manecillas.

Tac, tac, tac, tac…

Parece que nunca se callará, al menos hasta que se acabe la energía de sus baterías.

Bajas el cuchillo con sutil costumbre y miras cómo el jitomate se parte en dos. Los jugos rojizos chorrean. Cortas otra vez y el filo del cuchillo pasa cerca de tu pulgar. Inspeccionas tu dedo. Nada. No te has hecho daño. Sigues cortando después de aquella pausa. Aún hay otros dos jitomates en el cuenco.

El teléfono cobra vida y escuchas su timbre en la lejanía. Te levantas y caminas hacía la sala.

—¿Hola?

Sostienes el teléfono muy cerca de tu oreja, pues aquel aparato ha comenzado a fallar. Es quizá hora de adquirir uno nuevo.

—Llegaré temprano a la casa —dice una voz electrificada. Tardas un poco en reconocer de quién se trata, pero al final una imagen nítida aparece en tu mente.

—¿Por qué? —Alcanzas a decir. No sabes si es el teléfono o la persona con la que hablas no quiere responder, pero hay una larga pausa.

—Te veo en un rato.

El teléfono emite su monótono sonido de apagado. Colocas el aparato en su lugar y regresas a la cocina.


Recuerdas que debes sacar la pierna de cerdo del congelador. Debes de descongelarlo ahora, ya que no tienes mucho tiempo. Abandonas las verduras y el cuchillo y procedes a abrir la compuerta del congelador. El aire helado se desliza perezoso por tus brazos. Tomas la carne y la llevas al lavabo.

Imaginas al gato; está junto a la carne, ya asada y humeante. Le da pequeños mordiscos, se deleita, mueve la cola y cierra los ojos mientras traga. Piensas que no se merece aquella pieza de carne y te compadeces del minino.

Abres la llave y la pierna envuelta en plástico comienza a empaparse.

Mientras tanto, buscas en la estantería y tomas una lata de comida de gato cuyo contenido termina en el pequeño plato del felino.

Llamas al gato por su nombre y este llega trotando. Comienza a comer.


La olla en la estufa burbujea. Le has agregado las verduras y una que otra yerba de olor. Revuelves el mejunje con una palilla de madera y te detienes a probarla. Deliciosa.

El horno está listo para la pierna de cerdo. Pero el cerdo no lo está aún. Tienes que bañarlo en aceite, sal y pimienta. Todo eso lo haces mientras escuchas el paso del reloj en la pared.

* * * 

—Aquí estoy —dice una voz en la lejanía.

Te apresuras a beber el vaso de agua que te has servido y no puedes evitar derramar un poco. Te mojas el pecho y bajas la cabeza para descubrir qué tanto te has empapado. No es grave. Tomas un trozo de papel de cocina y oprimes la tela para secarte.

—Lo siento —dice aquella voz con debilidad.

Miras y piensas que algo malo ha pasado.

—¿Qué tienes? —Dices.

—No es importante, es sólo que tuve un accidente mientras venía. ¿Está lista la cena? Huele rico.

Observas cómo camina. Destapa la olla y acerca la nariz para olfatear.

—Oh, esto está bueno.

La pierna de cerdo está en el horno aún y piensas que debes decírselo para evitar malentendidos.

—¿Está lista? —Pregunta de nuevo.

—Aún no. Está horneándose… quiero decir, está sólo dorándose.

—Bien —dice.

—Puedes ir a cambiarte esa ropa y después relajarte.

—Eso haré.

Se aleja. Te quedas inmóvil y escuchas sus pasos alejarse. Incluso puedes percibir cuando saluda al gato. Seguro se detuvo a acariciarle el cuello.


Le has mentido. La pierna no estará lista hasta dentro de… Miras el reloj cuadrado y sumas los minutos. Hasta dentro de veinte minutos. Piensas que aún hay tiempo. Quizá puedas hacer una distracción.

Sí, eso haces.

Tomas un vaso de la cocina y lo colocas en la mesa. Buscas en el refrigerador y extraes una botella de vino. Gracias a Dios que ya está abierta.

El vino comienza a derramarse en el vaso y te detienes en seco.

Ahí está de nuevo.

Observas su pecho desnudo. Después de un silencio te das cuenta de que sólo lleva su ropa interior y sus calcetines. La escena cómica de aquella película te viene a la cabeza. Incluso puedes escuchar la voz ronca de Bob Seger cantando sobre lo bueno que es el Rock N’ Roll de antaño.

Nadie canta ahí en la cocina.

—Me daré un baño en la tina —dice.

Miras su rostro; la ceja derecha arqueada y los cabellos revueltos como un nido destruido.

Diviértete. Y no te vayas a dormir, porque puedes ahogarte y no podrás tomarte tu vino.

Asientes deprisa y aquel pensamiento vuela al olvido.

—Llévame el vino.

Miras el vaso de cristal y continúas con tu trabajo de llenarlo.

El gato regresa y desaparece bajo la mesa. Sientes su pelaje entre tus piernas. Su cola se enreda en tu tobillo izquierdo y piensas que el animal pide ser acariciado. Si aquel gato pudiese hablar diría algo como «maldita sea, acaríciame, acaríciame hasta quedar dormido».

Ignoras al gato y caminas al refrigerador para guardar la botella. El felino te sigue y se interpone entre la puerta. De tu boca sale un débil shú, pero el animal no entiende de onomatopeyas. Aquel es un buen momento para deshacerse de él. Te imaginas la escena, la mano que detiene a la puerta se tensa, la cierras y la mitad del cuerpo del gato queda dentro del refrigerador. Ya no hay miaus, ya no hay caricias.

De nuevo, esos son sólo pensamientos, producto de tu mente inquieta.

El gato se aleja.

* * * 

La puerta del baño la encuentras cerrada. Tocas dos veces con tu puño, pero nadie contesta.

¿Se habrá ahogado? ¿Es posible? ¿Dormirse y ahogarse en la bañera?

—Pasa —dice una voz amortiguada.

Abres la puerta y notas el cuerpo desnudo dentro de la bañera. A los pies del cuerpo se encuentra aquella llave plateada que nunca ha sido reparada. Ahora gotea como siempre.

El espejo se ha empañado y no te puedes reflejar en él, solo puedes ver tu borrosa silueta.

Le entregas el vaso y el líquido rojizo desaparece mientras baja por su garganta.

—El agua —dices, casi en un murmullo.

—¿Qué tiene el agua? —Contesta. Su sonrisa se ensancha.

—Parece… Se parece al vino.

—Tal vez. Hoy me he ensuciado mucho y necesitaba con urgencia un baño.

Sonríe, mostrando una fila de dientes sucios. 

* * * 

De vuelta a la cocina, extraes la pierna del horno. La depositas en la mesa y colocas platos y cubiertos. También tomas una lata de cerveza del refrigerador.

La espesa y rica salsa de tomate la viertes en un cuenco de cristal.

El gato llega de nuevo, piensas que fue por los olores. Maúlla una vez y crees que es tiempo de darle más comida. Pero lo ignoras y continúas preparando todo.

* * *

—Está muy bueno —dice, mientras mastica un trozo de pierna.

—¿Quieres más pan?

—Claro.

Descubres que tiene un apetito enorme. Se ha comido más de la mitad de la pierna de cerdo y las verduras las ha devorado todas, excepto las que serviste para ti.

—Come despacio —dices—, no quieres tener pesadillas.

—Eso decía mi madre. Ella siempre fue una obstinada. Preparaba pasteles y los compartía con todos los vecinos. Yo odiaba a los vecinos, pero ella creía que todos debemos hacer el bien, aunque nos estén pisoteando, ¿tu madre era así?

Recuerdas de pronto a la señora que fue tu madre. Su olor a vainilla invade los rincones de tu cerebro. La ves pintando la cerca, la ves utilizando por primera vez una licuadora, la ves dándote un beso antes de alejarse de vuelta a la casa para así abandonarte en el colegio.

—No sé —respondes—, creo que no era así.

Continúan comiendo. El gato yace a un lado, esperando su comida enlatada.

* * * 

Afuera, los grillos dan su concierto nocturno. La televisión está encendida y un hombre de bigote habla sobre un trágico accidente de avión. Ambos pilotos murieron y piensas que después de todo tienes suerte de estar donde estás, a lado de alguien que aún no se ha lavado los dientes. Seguro que existen restos de carne en su dentadura, pudriéndose con lentitud.

El hombre de la televisión se calla y un comercial de autos aparece.

El libro que has estado leyendo reposa en el buró. Lo tomas y buscas la página 245. Comienzas a leer.

La capacidad de entendimiento de Laurence se vio afectada por aquella pregunta. Todos en la sala miraron a aquel abogado calvo de corbata que está ya saboreando el whisky que se tomará al llegar a casa. La señora Hunters suspira y comienza a hablar con su voz deteriorada. «Me es imposible,» dice, «Todos aquí sabemos que mi nieta es inocente.» El abogado comienza a hablar, pero alguien interrumpe. Es la amante de Frank; mujer de billetera y pechos grandes…

Cierras el libro de golpe. Puedes incluso ver flotar frente a ti las partículas de polvo que han surgido y que pronto se perderán en la nada.

Una mano se desliza por tu estómago colándose por entre tus ropas. El contacto con aquellos dedos te hace estremecer.

Dejas caer el libro y aterriza en el suelo. Tus ojos se han cerrado desde hace mucho. Sientes unos labios resecos besarte el hombro izquierdo que después suben deseosos hasta llegar a tu boca. Una mano se encarga de oprimirte las nalgas. Sientes dolor, pero eso es parte de todo.

Tus ropas, que han sido escogidas como las indicadas para acompañarte en el sueño, son aventadas al suelo, junto al libro.

Las manos te toman de la cadera y tu cuerpo gira. La cama rechina y piensas que sería indicado cambiarla por una nueva, como el teléfono, como la llave de la bañera.

La respiración en tu oreja derecha se acelera, es como la de un caballo que apenas comienza una carrera.

Los comerciales de la televisión se han ido. El hombre de bigote comienza a hablar de nuevo y relata la historia de un asesinato.

Tus oídos quieren escuchar, pero tu mente se desvía. Poco a poco te sumes en un trance. Es como aquella montaña rusa. Cuando tu padre te dio la noticia de que ya tenías la edad suficiente para subirte. Tu corazón se aceleró tanto que creíste que te saltaría por la boca. Aquel juego comenzó y sentiste que volarías, que podrías al fin tocar las nubes.

Escuchas las palabras que salen de la televisión, pero no sabes lo que significan.

Un chorro cálido comienza a deslizarse por tu rostro. Aquel líquido logra penetrar por tu boca y saboreas el metálico sabor de la sangre.

Necesitas gritar.

Quieres hacerlo con todas tus fuerzas.

Pero una boca de dientes sucios te está comiendo la garganta.

martes, 26 de mayo de 2020

El uso incorrecto de la palabra teoría


Soy de los primeros en opinar que los idiomas están ahí para transformarse. El ser humano es dueño de los idiomas por lo que uno puede usarlos a su gusto; o sea, es capaz de modificarlos y hacer que evolucionen. Al final, los idiomas hablados hoy día son producto de décadas de uso. Por ejemplo, el español que usted y yo hablamos no era igual hace 500 años. Se ha agregado vocabulario, cambiado reglas gramaticales y modificado el uso de las letras en las palabras. Todo ello y más es producto de la cultura cambiante entre otros factores no menos relevantes.

Sin embargo, que seamos dueños de los idiomas no nos otorga el derecho de arruinarlos y destrozarlos. Como aquella moda de reemplazar las letras o y a por una e para poder crear palabras anti-sexistas como "todes" y promover el llamado lenguaje inclusivo. No hablaré más de esta modificación, sin embargo, diré que su uso es inútil y poco rentable para la equidad de género.

En esta entrada me preocupa mucho más reflexionar sobre un problema contemporáneo del lenguaje que tal parece ha pasado desapercibido por todo mundo (y aquí no quiero sentirme especial, sé que no soy el único que lo ha detectado).



Hablo del mal uso que se le ha dado a la palabra teoría. El fenómeno se explica con facilidad; teoría es para algunos una suposición, una simple hipótesis, una idea que pretende explicar conjeturas.

Este problema está, en su mayoría, presente en las diversas explicaciones que usuarios del internet crean para hablar sobre posibilidades y creencias basadas en sus opiniones. Hay quienes creen en las “teorías” conspirativas. Los hay quienes crean “teorías” de lo que una famosa serie puede ofrecer en su próxima temporada. Incluso hay quienes explican con todo lujo de detalle “teorías” que pretenden explicar secretos elaborados de alguna situación del mundo del entretenimiento.

¿Quién no ha escuchado al youtuber famosillo hablar sobre “teorías Disney” o sobre “teorías de conspiración” que el pentágono o la NASA ocultan?

El verdadero problema aquí es que su mal uso se ha extendido. Su definición se ha modificado y poco a poco se ha adentrado en nuestras mentes dándole un uso inadecuado.

En un mundo donde la ciencia parece exclusiva para los científicos, personas comunes y corrientes se desinteresan por términos como teoría y no hacen un esfuerzo por investigar sobre su propio lenguaje. Basta con escribir la palabra “teorías” en el buscador de YouTube y mirar los resultados.




En sí, la palabra teoría, como definición básica, es un conjunto de ideas formales que pretende explicar un fenómeno. Antes de la teoría viene la hipótesis. De hecho, una hipótesis no puede ser una teoría sin pasar antes por experimentos y una serie de análisis. Es por eso que, por ejemplo, la teoría del Big Bang (no la famosa serie) no puede ser probada del todo, por eso es una teoría. Sin embargo, es una teoría aceptada que pretende explicar el origen del universo.

El uso inadecuado de esta palabra es, en mi opinión, una gran confusión. Sin embargo, ciertos diccionarios online pretender darle aquella definición por lo que su uso incorrecto se acepta. De hecho, el mal uso que se le ha dado a dicha palabra contradice por completo su definición primaria, por lo que es incoherente pretender usar la palabra como una suposición o una hipótesis.

Supongo que esta palabra continuaría en nuestro vocabulario. Es triste, pues estamos modificando el lenguaje a base de errores, confusiones e incoherencias. De hecho, la palabra teoría ha ganado una reputación como palabra importante, enigmática y elegante. Dándole a su usuario aires de profesional.

Además, esta palabra es mucho más atractiva que otras, por ejemplo, es mejor decir: “teoría de conspiración OVNI” que “hipótesis de conspiración OVNI”. Hipótesis suena muy técnico y aburrido, ¿no?

Link de interés: https://www.promegaconnections.com/a-scientists-rant-about-the-word-theory/

miércoles, 20 de mayo de 2020

El Quinto Paso - Relato de Stephen King

Central Park Conservancy Gardens, Frank Lupo.
Leer versión original

EL QUINTO PASO 

POR STEPHEN KING
Traducción: Gabriel Zapata

Harold Jamieson, quien alguna vez fue ingeniero jefe del departamento de sanidad de la ciudad de Nueva York, disfrutó de su jubilación. Su limitado círculo de amigos le hizo creer que algunos no lo hacían, así que se consideró con suerte. Tenía un acre de jardín botánico en Queens que compartía con varios horticultores sensatos, descubrió Netflix e incursionó en los libros que siempre tuvo la intención de leer. Aún extrañaba a su esposa, fallecida de un cáncer de mama hace cinco años, pero dejando a un lado aquel dolor constante, gozaba de una vida plena. Antes de levantarse cada mañana se recordaba que debía disfrutar su día. A sus 68 años, le gustaba pensar que aún le quedaba un largo camino por recorrer, pero no podía negar que el camino ya comenzaba a estrecharse. 

    La mejor parte de aquellos días, siempre y cuando no lloviese, nevase o hiciese frío, era la caminata de nueve cuadras al Central Park después del desayuno. Aunque contaba con un móvil y usaba una tableta electrónica (de hecho, había desarrollado dependencia a esta), aún prefería la versión impresa del Times. En el parque, se acomodaba en su banca favorita y pasaba una hora leyendo, leía las secciones de atrás a adelante, diciéndose a sí mismo que ya progresaba de lo sublime a lo ridículo. 
    Una mañana, a mitades de mayo, y con el clima frío, pero perfecto para sentarse en una banca y leer el periódico, Harold se encontraba irritado por alzar la vista y ver a un hombre sentado al otro extremo, aunque hubiera más bancas vacías en los alrededores. El invasor del espacio matutino de Jamieson parecía haber alcanzado los cuarenta, ni muy atractivo ni muy feo, perfectamente ordinario, de hecho. Lo mismo se decía de su atuendo: zapatillas New Balance, jeans, una gorra de los Yankees y una sudadera de los Yankees con la capucha echada hacia atrás. Jamieson le dedicó una mirada de impaciencia y se preparó para moverse a otra banca. 
    —Espere —dijo el hombre—. Me senté aquí porque necesito un favor. No es la gran cosa, pero le pagaré—. Metió la mano en el bolsillo de canguro de su sudadera y extrajo un billete de 20 dólares. 
    —No hago favores a hombres que no conozco —dijo Jamieson y se puso de pie. 
    —Pero ese es el punto, ambos somos extraños. Escúcheme. Si dice que no, está bien. Pero por favor escúcheme. Podría… —Se aclaró la garganta y Jamieson notó que el hombre estaba nervioso. Quizá más que eso, tal vez asustado—. Podría salvarme la vida. 
    Jamieson lo pensó, después se sentó, aunque tan lejos como pudo del otro hombre, pero manteniendo ambas nalgas en la banca. 
    —Te daré un minuto, pero si es algo descabellado, me voy. Y guarda el dinero. Ni lo necesito ni lo quiero. 
    El sujeto observó el billete como sorprendido de que aún lo tuviese, después lo regresó al bolsillo de su sudadera. Colocó las manos en las piernas y bajó la cabeza en lugar de mirar a Jamieson. 
    —Soy un alcohólico. Llevo cuatro meses sobrio. Cuatro meses y doce días para ser exactos. 
    —Te felicito —dijo Jamieson. Pensó que lo decía de verdad, pero ahora estaba más que preparado para levantarse. El sujeto parecía cuerdo, sin embargo, Jamieson era lo suficientemente maduro para saber que los lunáticos no se desenmascaran al instante. 
    —Lo he intentado tres veces y en una de ellas casi llego al año. Creo que esta vez será mi última oportunidad para darle al blanco. Estoy en el AA, significa… 
    —Ya sé lo que es. ¿Cómo te llamas, señor Cuatro Meses Sobrio? 
    —Me puede llamar Jack, así está bien. No usamos apellidos en el programa. 
    Jamieson también sabía aquello. Muchos personajes en las series de Netflix tenían problemas de alcoholismo. 
    —¿Y qué puedo hacer por ti, Jack? 
    —Las primeras tres veces que lo intenté no llegué a tener un padrino, de esos que te escuchan, responden tus dudas y a veces te dice qué hacer. Ahora sí lo tengo. Conocí a un tipo en una reunión vespertina en Bowery y me agradó lo que dijo. Y, ya sabe, cómo se presentó ante todos. Doce años sobrio, con los pies en la tierra, vendedor; como yo. 
    El hombre había girado la cabeza para mirar a Jamieson, pero ahora regresó la vista a sus manos. 
    —Solía ser un vendedor extraordinario. Por cinco años estuve a cargo del departamento de ventas en… Bueno, da lo mismo, pero era importante, ya conocerá la empresa. Ahora me dedico a vender tarjetas de felicitación y bebidas energéticas a tiendas de abarrotes en los cinco distritos. Lo peor de lo peor, amigo. 
    —Ve al punto —dijo Jamieson, pero sin parecer grosero. Había tomado interés sin poderlo evitar. No todos los días venía un extraño a sentarse a tu banca para hablarte de sus problemas. Especialmente en Nueva York—. Estaba a punto de actualizarme con los Mets. Han empezado con el pie derecho. 
    Jack se pasó una mano por la boca. 
    —Me agradó el tipo que conocí en la reunión, así que me armé de valor y fui a preguntarle si podía ser mi padrino. Esto fue en marzo. Me miró y me dijo que sí me aceptaba, pero sólo con dos condiciones: hacer todo lo que me dijese y llamarle si me apetecía un trago. «Entonces te llamaré cada puta noche», le dije. Y él me contestó, «pues llámame cada puta noche y si no respondo háblale a la contestadora». Luego me preguntó si había hecho los Pasos. ¿Sabe lo que son? 
    —No mucho. 
    —Le dije que aún no los hacía. Me dijo que si quería que fuese mi padrino tendría que empezar. Me dijo que los primeros tres eran los más difíciles y los más fáciles. Se resumen en: no puedo parar por mí cuenta, pero sí podré con la ayuda de Dios, así que dejaré que me ayude. 
    Jamieson gruñó. 
    —Dije que no creía en Dios. El tipo, Randy se llamaba, dijo que no le importaba un carajo. Me pidió que cada mañana me arrodillase para decirle a Dios que no creía que pudiese ayudarme a estar sobrio otro día más. Y si lo hacía, que me arrodillase y le diese las gracias por mi día de sobriedad. Randy me preguntó si estaba dispuesto a hacerlo y le dije que sí. Porque podría perderlo si no lo hacía, ¿entiende? 
    —Claro. Estabas desesperado. 
    —¡Exacto! El regalo de la desesperación. Así es como lo llaman en el AA. Randy me dijo que se daría cuenta de que no rezaba cuando decía que sí lo hacía. Porque el sujeto había pasado 30 años mintiendo por todo. 
    —¿Y lo hiciste? ¿Aunque no creías en Dios? 
    —Lo hice y ha funcionado. Respecto a mi creencia de que Dios no existe… Mientras más permanezco sobrio más lo dudo. 
    —Si me vas a pedir que rece contigo, olvídalo. 
    Jack bajó la mirada hacia sus manos, sonriendo. 
    —No. Aún siento vergüenza con eso de estar de rodillas incluso cuando estoy solo. El mes pasado, en abril, Randy me pidió hacer el Cuarto Paso. Es cuando haces un inventario moral, supuestamente “minucioso”, de ti mismo. 
    —¿Lo hiciste? 
    —Claro. Randy me dijo que debía escribir sobre las cosas malas, después enlistar las cosas buenas en una página diferente. Me llevó diez minutos escribir las malas. Más de una hora para las buenas. Randy me dijo que era normal. «Bebiste por casi treinta años», me dijo. «Eso le otorga muchos golpes a la imagen de un hombre. Pero si permaneces sobrio, sanarán». Después me pidió que quemara la lista. Me dijo que me haría sentir mejor. 
    —¿Y así fue? 
    —Sí, por extraño que parezca. Bueno, eso nos lleva hasta la petición de Randy de este mes. 
    —Más bien una orden, supongo —dijo Jamieson, sonriente. Dobló su periódico y lo dejó a un lado. Jack también sonreía 
    —Creo que ya capta la dinámica de padrino-ahijado. Randy me dijo que ya era tiempo del Quinto Paso.
    —¿Y cuál es ese?
    —Admitirnos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano la naturaleza exacta de nuestros defectos —dijo Jack, simulando comillas con los dedos—. Le dije que me parecía bien, que haría una lista y se la leería. Dios también podía escuchar. Dos pájaros de un tiro.
    —Me imagino que dijo que no. 
    —Dijo que no. Me pidió acercarme a un extraño. Su primera sugerencia fue un cura o un pastor, pero no he vuelto a pisar una iglesia desde que tenía doce años y no me interesa volver. En lo que sea que deba creer, y todavía no sé lo que sea, no necesito sentarme en la banca de una iglesia para ayudarme a creer. 
    Jamieson, que también evitaba las iglesias, asintió comprensivo. 
    —Randy dijo: «entonces acércate a cualquier persona en el Washington Square o en el Central Park y pídele que te escuche decir tus defectos. Ofrece un par de billetes si es necesario persuadirlos. Continúa preguntando hasta que alguien acceda a escucharte». Me dijo que la parte más difícil era la de preguntar, y tenía razón. 
    —Soy… —Tu primera víctima era la frase que se le vino a la mente, pero Jamieson determinó que no era exactamente justo—. ¿Soy el primero al que te acercas? 
    —El segundo —dijo Jack, sonriente—. Ayer lo intenté con un taxista que estaba fuera de servicio y me dijo que me alejara de él. 
    Jamieson pensó en un viejo chiste neoyorquino: un forastero se aproxima a un sujeto en la avenida Lexington y le dice: ¿me puede decir cómo llegar a City Hall o debería solo largarme a la mierda? Se dijo entonces que no le pediría al tipo de la gorra de los Yankees largarse a la mierda. Escucharía, y la próxima vez que se reuniese a comer con su amigo Alex (otro jubilado) tendría algo interesante de qué hablar. 
    —Está bien, adelante. 
    Jack buscó en el bolsillo de su sudadera, extrajo una hoja de papel y lo desdobló. 
    —Cuando estaba en cuarto grado… 
    —Si me vas a contar la historia de tu vida más vale que me des esos 20 dólares. 
    Jack metió en su bolsillo la mano que no sostenía su lista de defectos, pero Jamieson lo detuvo con un ademán. 
    —Es broma. 
    —¿Seguro? 
    Jamieson no sabía si estaba o no seguro. 
    —Claro. Pero que no nos lleve mucho tiempo. Tengo un compromiso a las 8 y media. 
    Aquello no era cierto, por lo que Jamieson pensó que era bueno no ser él el del problema de alcohol. Porque según las reuniones televisadas a las que había asistido, la honestidad era muy importante cuando eras un alcohólico. 
    —Que no lleve tiempo, entendido. Aquí va. En cuarto grado me peleé con otro niño. Le rompí la nariz y un labio. Cuando llegamos a la oficina del director, dije que hice aquello porque el niño había insultado a mi madre. Él lo negó, claro, pero nos suspendieron a ambos con una nota a nuestros padres. O a mi madre en mi caso, porque mi padre nos dejó cuando tenía dos años. 
    —¿Y qué hay del insulto? 
    —Fue mentira. Estaba teniendo un mal día y pensé que podría sentirme mejor si me peleaba con ese niño que odiaba. No sabía por qué no me agradaba, tal vez había una razón, pero no recuerdo lo que era. Solo sabía que establecí un patrón de mentiras. 
    »Comencé a beber en la secundaria. Mi madre tenía una botella de vodka guardada en el refrigerador. Solía beber un trago y después le agregaba agua. Me descubrió por fin, y el vodka desapareció del refri. Sabía dónde lo escondía, en el estante más alto sobre la estufa, pero lo dejé en paz después de aquello. Después de todo ya era más agua que alcohol. Ahorré mi mesada y las pagas de los quehaceres y me busqué a un borracho para que me comprara botellitas de alcohol. Compraba cuatro y se quedaba con una. Permitía su alcoholismo. Eso es algo que mi padrino diría. 
    Jack sacudió la cabeza. 
    —No sé qué le pasó al tipo ese. Su nombre era Ralph, solo que yo le llamaba Miserable Ralph. Los niños pueden ser crueles. Hasta donde sé, el tipo está muerto y yo contribuí a su muerte. 
    —No te emociones —dijo Jamieson—. Seguro que tienes cosas por las que sí sentirte culpable sin haber tenido que inventar un montón de suposiciones. 
    Jack alzó la mirada y sonrió. Jamieson notó que había lágrimas en sus ojos. No caían, pero parecían rebosar.
    —Ahora suena como Randy. 
    —¿Eso es bueno? 
    —Eso creo. Pienso que tuve suerte en encontrarlo. 
    Jamieson descubrió que en verdad se sentía afortunado de haber sido encontrado. 
    —¿Qué más tienes en esa lista? Porque el tiempo corre. 
    —Estudié en Brown y me gradué con honores. Pero mentía y hacía trampa todo el tiempo. Era bueno haciéndolo. Y, aquí va uno grande, el tutor que tenía para mi último año era un adicto a la coca. No le diré cómo lo descubrí, como usted dice, el tiempo corre, pero sí me enteré de eso e hice un trato con él; buenas recomendaciones por un ladrillo de coca.
    —¿Quieres decir un kilo? —Preguntó Jamieson. Sus cejas se elevaron casi hasta la línea de su cuero cabelludo. 
    —Correcto. Pagó por ello y lo transporté desde la frontera de Canadá, metida en la llanta de repuesto de mi viejo Ford. Intenté verme como cualquier otro chico de universidad que pasaba sus vacaciones divirtiéndose y acostándose en Toronto. Pero mi corazón palpitaba como loco y apuesto a que mi presión se encontraba al máximo. Detuvieron al auto de enfrente que se encontraba en el puesto de control, pero a mí me dejaron pasar cuando mostré mi licencia de conducir. Claro, todo era más tranquilo en aquel entonces —hizo una pausa, después dijo—: Le cobré de más por el kilo de droga. Me quedé con la diferencia. 
    —¿Pero tú nunca probaste la droga? 
    —No, no era lo mío. Me metí una o dos líneas alguna vez, pero lo que siempre quise, y aún quiero, es el alcohol puro. Cuando conseguía un trabajo les mentía a mis jefes, pero al final me descubrían. No era como en la universidad y no había nadie para pasarle coca. Bueno, no que yo supiese.
    —¿Qué hiciste exactamente? 
    —Alteraba mis hojas de venta. Inventaba compromisos para justificar mis resacas en los días que no asistía. Manipulaba hojas de gastos. Aquel primer trabajo era bueno. El cielo era el límite y lo eché a perder. 
    »Después de que me despidieron, decidí que lo que en realidad necesitaba era mudarme. En el AA le llaman cura geográfica. Nunca funciona, pero yo no lo sabía. Ahora parece muy lógico; si subes a un imbécil en un avión en Boston, un imbécil aterriza en Los Ángeles. O en Denver. O en Des Moines. Arruiné mi segundo trabajo, no tan bueno como el primero, pero decente. Eso fue en San Diego. Y ahí decidí que tenía que casarme y sentar cabeza. Eso podría resolver el problema. Así que me casé con una linda joven la cual se merecía a alguien mejor que yo. Duré dos años escondiendo mi alcoholismo. Me inventaba citas falsas de negocios para explicar porque llegaba tarde a la casa, fingía síntomas de gripe para explicar por qué llegaba tarde o por qué no llegaba del todo. Pude haber comprado acciones en una de esas empresas de mentas, Altoids, Breath Savers, pero ¿ella se lo creía? 
    —Creo que no —dijo Jamieson—. Escucha, ¿ya estamos llegando al final? 
    —Sí. Cinco minutos más. Lo prometo. 
    —Bueno. 
    —Teníamos discusiones que empeoraban cada vez más. Quejas surgían de vez en cuando, y no solo de parte de ella. Hubo una noche en la que llegué a la casa a media noche, apestando a alcohol. Ella me lo reclamó. Ya sabe, la típica cháchara. Y todo lo que decía era verdad. Sentía que me lanzaba dardos venenosos y que nunca fallaba un tiro. 
    Jack se miraba las manos de nuevo. Su boca se había ladeado por las comisuras, tanto que por un momento Jamieson recordó a Emmett Kelly, aquel payaso de cara triste. 
    —¿Sabe lo que recordé mientras me gritaba? A Glenn Ferguson, ese niño que golpeé en cuarto grado. Se sintió tan bien, como exprimirle el pus a un absceso. Me pareció que sería bueno darle una golpiza a ella, y claro, nadie me mandaría a casa con una nota a mi madre, porque mi madre murió un año después de que me gradué de Brown. 
    —Vaya —dijo Jamieson. Su buen presentimiento respecto a aquella indeseada confesión se esfumó. Fue reemplazada por ansiedad. No estaba seguro de querer escuchar lo que vendría a continuación. 
    —Me largué —dijo Jack—. Pero estaba lo suficientemente asustado para saber que tenía que hacer algo por mi alcoholismo. Fue cuando probé el AA por primera vez, en San Diego. Estuve sobrio cuando llegué a Nueva York, pero no duró. Lo intenté otra vez y esa vez tampoco funcionó. Igual que la tercera. Pero ahora tengo a Randy, y ahora podré hacerlo. En parte gracias a usted. 
    Jack extendió la mano. 
    —Bueno, no hay de qué —dijo Jamieson y estrechó la mano del hombre. 
    —Hay una cosa más —dijo Jack. Su agarre era fuerte. Miraba a Jamieson a los ojos y sonreía—. Me largué, pero antes de irme le corté la garganta a esa perra. Nunca dejé de beber, pero me hacía sentir mejor. La forma en la que golpeé a Glenn Ferguson me hizo sentir mejor. Y sobre ese borracho del que le hablé, darle una golpiza también me hizo sentir mejor. No sé si lo maté, pero estoy seguro de que lo dejé muy mal. 
    Jamieson intentó zafarse, pero el agarre del hombre era firme. Su otra mano se escabulló de nuevo al bolsillo de su sudadera de los Yankees.
    —Quiero dejar de beber, y no puedo completar el Quinto Paso sin admitir que al parecer disfruto mucho de… 
    Lo que se sintió como una ardiente estela de luz blanca se deslizó por el costado de Jamieson, y cuando Jack extrajo el goteante picahielos, de vuelta al bolsillo de la sudadera, Jamieson advirtió que no podía respirar.
    —…matar. Es un defecto del carácter, lo sé, y probablemente el mayor de mis defectos. 
    Jack se puso de pie. 
    —Gracias señor. No sé cuál sea su nombre, pero me ha ayudado bastante. 
    Comenzó a caminar hacía el Central Park West, después se volvió hacía Jamieson, quien intentaba tomar a ciegas su Times… como si, quizás, un breve vistazo a la sección de Arte y Entretenimiento pudiera solucionar las cosas. 
    —Estará en mis oraciones de hoy —dijo Jack.



Lee mi libro de relatos: www.azonlinks.com/B08FBM3YRK

lunes, 13 de abril de 2020

Freak Show: una mala película que vale la pena ver


Lanzada en el año 2018, Freak Show es uno de esos films que no sabes que existen hasta que te los topas de casualidad años después de su estreno. Para un servidor, encontré esta película gracias a su actor principal: Alex Lawther. Conocí a Alex gracias a la serie The End of The F***ing World (perteneciente a Netflix, claro) y pues la curiosidad de saber más sobre el sujeto me llevó a investigar sobre sus trabajos anteriores como actor. La verdad es que Lawther no ha tenido muchas oportunidades para desarrollarse en el mundo del cine por lo que aún es una celebridad desconocida para muchos.


Encontré la película y pronto me informé sobre ella al saber que se trataba de un film con tintes poco explorados en el mundo cinematográfico. En pocas palabras, Freak Show trata sobre un joven excéntrico que ingresa a una nueva escuela donde será molestado por ser como es.
    Billy Bloom, el personaje principal, es un chico que gusta del drag. Y no, no solo usa pelucas y tacones. Más bien explora un lado del drag poco visto. Billy posee diversos vestuarios, unos más “femeninos” que otros. Utiliza pelucas de diferentes longitudes y tamaños. El maquillaje es crucial ya que Billy es un maestro en ello y crea diseños faciales únicos.

Gracias a la estrambótica apariencia de Billy, pronto se ve envuelto en un dilema ya que sus nuevos compañeros de escuela no pueden comprender sus preferencias. Primero es violentado verbalmente por los típicos chicos machos alérgicos a lo atípico. Después Billy es molestado por los demás con burlas y bolas de papel.


    Nos enteramos luego que Billy no quiere abandonar su verdadero yo por lo que decide un día asistir a la escuela como una especie de novia blanca y maquillaje al estilo David Bowie. Nuestro protagonista piensa que tiene todo bajo control, sin embargo, es engañado. Ciertos chicos lo esperaban en un salón vacío para aprenderlo y golpearlo con lujo de violencia hasta dejarlo en una especie de coma.
    Aquí llega el que parece ser el héroe de la historia: Flip Kelly. Flip, guapo y popular, llega al salón para salvar la vida de Billy. A partir de este incidente ambos se convierten en mejores amigos. Flip, aunque es heterosexual, acepta la personalidad de Billy. Sin embargo, las cosas no cambian mucho en la escuela y aunque lo sucedido haya traído comprensión y tolerancia entre los alumnos Billy decide postularse para reina del baile.


Una subtrama, más o menos desarrollada, implica a los padres de Billy. La madre, una antigua celebridad, está separada de su esposo por lo que Billy vive con su padre. Aunque nada les falta, la relación de padre e hijo es casi inexistente en la casa. Y parece que la única que comprende a Billy es la empleada doméstica.
    Otro personaje no menos importante es Blah Blah Blah. Sí, su verdadero nombre tal vez es mencionado dos veces, sin embargo, Blah Blah Blah es una chica nerd que se hace amiga de Billy ya que ambos pertenecen a una minoría vulnerable. Cabe mencionar que este personaje es interpretado por AnnaSophia Robb, conocida por su papel de Leslie Burke en Bridge To Terabithia.

La trama se desarrolla basándose en la lucha de Billy y sus amigos por ganar el concurso de reina del baile. Aquí llega Lynette, una molesta chica que se hace rival de Billy. Lynette es quizá el típico ejemplo de religioso radical que rechaza la diversidad sexual ya que literalmente menciona que ella es la que debe ganar el concurso ya que Dios no quiere a los homosexuales.

Freak Show, dirigida por Trudie Styler, es una mala película. Aunque lo ya leído aquí pueda parecer un tanto excitante, la ejecución en la pantalla es pobre. Para empezar, las actuaciones de ciertos personajes dan mucho que desear. Parece que el único que hace bien su papel es el propio Alex Lawther. Por otro lado, si bien se trata un tema importante que debe ser conocido por todos, los personajes no logran desarrollarse del todo. Por ejemplo, Flip Kelly, desaparece a mitad de película, se convierte en un personaje secundario y no termina aportando nada a la trama. Por último, existe un personaje que pudo explotarse mucho mejor. Hablo de Bernard, interpretado por el actor Christopher Dylan White. En un principio, Bernard es un personaje recurrente, pero que pronto se convierte en uno misterioso por las escenas donde se le ve observar a Billy de forma muy sospechosa. No diré que sucede con este personaje, más bien usted debería ver la película y darse cuenta de lo que hablo.


En resumen, aunque no es una buena película, hablando de su ejecución, vale la pena verla en un día de estos de cuarentena. Contiene buenos chistes y escenas dramáticas interesantes. Además de que vemos a un personaje poco explorado en el cine. Billy se identifica como queer por lo que es entretenido verlo es sus múltiples alter egos. Billy es tan extravagante que lo primero que le pide a la enfermera cuando despierta del coma es gloss para los labios. Por otro lado, es una buena película para aquellos que aún no comprenden del todo a la comunidad LGBT+. En mi opinión, Freak Show muestra ese lado aún poco explorado para muchos que se caracteriza por catalogar como ridículo a aquello conocido como queer. Por último, la película se basa en la novela del mismo nombre escrita por James St. James, conocido por el film Party Monster (2003). Quizás valdría la pena echarle un vistazo a la versión literaria.

A continuación, dejo los puntajes que algunos sitios web han otorgado a la película (sin embargo, no se deje llevar por ellos. En su lugar, vea la película).

-IMBD: 6.7/10
-Rotten Tomatoes: 51% (tomatometer) – 68% (audience score).
-FilmAffinity: 5.6/10

Citas favoritas:

-Maestro: “¿No crees que estás siendo demasiado dramático?” Billy: “Normalmente tomaría eso como un cumplido.”

-Billy: “Me pueden llamar freak, está bien. Soy lo que soy. Ustedes también son freaks. Mírense.”

-Billy: Muy gracioso, ¿no es así, Tiff? Casi tan gracioso como esas plataformas. ¿Qué piensas hacer con esas cosas? ¿Matar a una familia de ratas?

-Billy: “Me veo atlantástico.”

Vea aquí el tráiler de Freak Show: https://www.youtube.com/watch?v=drg74wOy8z8

jueves, 9 de abril de 2020

El fin de Modern Family


Después de 11 temporadas y 250 episodios, la serie norteamericana Modern Family llegó a su fin. Con un episodio doble de aproximadamente 40 minutos las familias Dunphy-Pritchett se despidieron de forma definitiva de los televidentes.


A pesar de ser una serie con tintes típicos, y a veces estereotipados, de los Estados Unidos, Modern Family entretuvo al mundo por un total de 10 años. Vimos crecer a los personajes, algunos de ellos partieron para siempre y otros llegaron para quedarse. Al menos la familia original se mantuvo y no hubo una salida inesperada o un cambio de personajes a lo bestia como podría suceder en otras series.

Modern Family, para aquellos que no sepan, nos muestra la vida de tres familias que en un principio uno pensaría que no están relacionadas del todo. En el primer capítulo de la primera temporada se deja en claro quién es quién; primero, tenemos a la familia Dunphy conformada por Claire y Phil junto a sus hijos Haley, Alex y Luke. Después vemos a la familia Pritchett formada por Gloria, Jay y su hijo Manny. Por último, conocemos a Cameron y Mitchel los cuales recién han adoptado a una bebé vietnamita. En aquel episodio nos enteramos que Claire y Mitchel son hijos de Jay, sin embargo, la esposa de este se separó de él por lo que Jay se casó con Gloria, una mujer colombiana mucho más joven que Jay. Manny, por otro lado, es el hijo que Gloria tuvo en su pasada relación.


A partir de esta premisa acompañamos a la familia en una serie de eventos hilarantes que en ocasiones se torna dramática o reflexiva. Modern Family es de hecho una serie cómica con formato catalogado como falso documental. Esto quiere decir que en todos los episodios vemos breves clips de los miembros de las familias donde se les ve hablar directamente a la cámara contando sus sentires o pesares sobre las aventuras o problemáticas que pudieran estar enfrentando.
Las temporadas se desarrollan basándose en el crecimiento (mental y físico) de los miembros de las familias y cómo estos las enfrentan. Del mismo modo existen especiales de Halloween, día de gracias o navidad. Además de diversos episodios que muestran a la familia viajando a otros sitios como Disneyland, Hawái o París.

Modern Family funciona como serie gracias a las personalidades de cada personaje. Por ejemplo, con Cameron y Mitchel podemos descubrir lo que significa para una pareja gay el adoptar a un niño por primera vez. Ambos se complementan ya que la personalidad pasional y emocional de Cameron contrasta con la preocupada y nerviosa de Mitchel.

Por otro lado, la serie tomó múltiples tópicos contemporáneos y los amoldó a su estilo. Como ejemplo, y siguiendo con Cam y Mitch, en el universo de la serie la homofobia es casi inexistente, por lo que abren paso a normalizarla. Esto se logra de diversas formas, comenzando con los niños y niñas de las demás familias los cuales nunca cuestionan dicha relación LGBT.

Cam anunciando la adopción de Lily

El pasado 8 de abril se emitió el fin de la serie. A pesar de que el episodio doble no fue tan elaborado como otros finales de temporada, fue catalogado como nostálgico ya que las situaciones cómicas no cesaron, sin embargo, la sensación de no volver a ver a la familia convivir como solían hacerlo es por más melancólica. En resumen, el episodio nos muestra la partida de algunos miembros de las familias hacia sus nuevos destinos, separándose así por vez primera.

Es claro que Modern Family siempre será recordada como una de las mejores en su tipo. Las razones son variadas, sin embargo, enlistaré a continuación las que considero las más representativas.

1.  La existencia de un humor original: la serie no se vale de risas pregrabadas para indicarle al espectador cuándo se ha dicho un chiste. El humor es espontaneo, sutil e inteligente.
2. Cada personaje posee una personalidad única: aquí cabe añadir que mi personaje favorito es Cameron Tucker por ser el que más me ha hecho reír.
3. Los problemas que se plantean son realistas y el público puede sentirse identificado con facilidad.
4. Es única en su tipo por mostrar a una familia dispareja pero que al mismo tiempo es la más unida de todas.

En conclusión, Modern Family fue la serie por excelencia del espectador estadounidense, aunque haya sido vista en todo el mundo, claro. Una generación entera creció con ella y aprendió de la vida misma mientras se reía hasta las lágrimas.

Aquel que no ha visto la serie puede hacerlo todavía y cuantas veces quiera. Gracias al cielo que tenemos en las manos las herramientas tecnológicas para hacerlo. Si usted busca entretenimiento de calidad para pasar esta “cuarentena” recomiendo 100% Modern Family. Pero, por favor, tome su tiempo de verla y no trate de terminar los 250 capítulos en una semana.



¿Qué es realmente el arte?

Creo es obvio, pero debo advertir que las opiniones de la siguiente entrada son basadas en percepciones personales. Me he anclado a la lib...