martes, 9 de julio de 2019

Prostitución disfrazada


Hoy día la belleza física es sinónimo de privilegio. Se sabe que los cánones de belleza cambian con el paso del tiempo, pero la intención siempre es la misma. Nos ha sido difícil concebir un concepto de belleza ya que las sociedades y sus culturas se encargan de moldear dicho concepto. Aún así, el prototipo de belleza actual es muy marcado.

Entonces sucede algo interesantísimo y a la vez preocupante.

Cualquier persona considerada atractiva por sus características físicas podría bien ser un/una prostituto/a. Sí, así como lo ha leído. Lo que ocurre es que una persona vende involuntariamente su cuerpo gracias a esa belleza que posee. Los ejemplos más claros son los típicos modelos de catálogo. Existen diversas agencias de modelos donde hombres y mujeres utilizan su cuerpo para obtener beneficios económicos por lo que podríamos decir que es una forma light de prostitución.



Pero claro que nadie lo dirá así. Ningún dueño de agencias les dirá a sus futuros modelos que serán prostituidos. Nadie nos enseña que exhibir nuestros cuerpos en las redes es algo malo

La palabra prostitución causa repelús. Parece que nuestras lenguas se ensucian al pronunciar dicha palabra. Quizá sucede porque nos han dicho que aquel no es un trabajo real y que los que lo practican son personas que han perdido todo rastro de moral o ética. La realidad es otra. Pocos conocen la verdadera cara de la prostitución. Muchas de las mujeres prostitutas son menores de edad las cuales han sido obviamente obligadas a ejercer dicha actividad para el beneficio de un tercero. Estas niñas, al ser en su mayoría de bajos recursos y con pocas oportunidades en la vida, no tienen más que acoplarse a la prostitución. Este es un tema amplio que merece ser tratado con pinzas.

Por otro lado, me he atrevido a tomar ese concepto que habla de vender el cuerpo de uno. Y bajo esta premisa cualquiera con una cámara y acceso a internet puede prostituirse. Basta con hacernos una sesión de fotos caseras y subirlas a cualquier red social. Tal vez nadie nos pague un centavo por nuestras bellas fotos, sin embargo, la moneda electrónica de hoy día son las reacciones que el público puede proveer, como dar un “me gusta” en Facebook o hacer comentarios agradables sobre nuestro atractivo en Instagram
    Nos agrada la atención. Exhibir nuestros cuerpos y observar las reacciones de terceros es satisfactorio por lo que nos hace sentir aceptados. Al menos que seamos actores porno recibiremos, por obvias razones, una retroalimentación obligatoria de un particular estilo. Pero eso es harina de otro costal.



Instagram es la herramienta ideal para esta práctica. Existen miles de perfiles donde las fotos subidas muestran únicamente los cuerpos de los usuarios. Mujeres con bikinis, hombres en el gimnasio, más mujeres frente al espejo, sujetos en posiciones provocadoras y un largo etcétera. Además, no es coincidencia que personas consideradas como atractivas obtengan cientos o miles de likes en sus fotos de Instagram sin ser si quiera alguien famoso. De hecho, muchas personas han obtenido fama únicamente gracias a su belleza, como las Kardashians.


Entonces, estamos ante un fenómeno social bastante importante. Nuestros cuerpos, el atractivo físico, pasa a ser lo más importante. Eso es lo que vende y lo que atrae. De hecho, funciona de igual forma para la vida real; las mujeres llamadas edecanes solo tienen un único trabajo: atraer al público usando sus atributos físicos. 
    Qué fácil es subir una selfie. Qué fácil es exhibirnos. Qué fácil es prostituirse.



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