viernes, 21 de septiembre de 2018

Beto y Enrique, la pareja del año


Una vez más la simple ignorancia a amordazado a la inteligencia. De nuevo hemos sido testigos de aquel fenómeno "social" que pretende alejar a dos bandos con ideas por completo diferentes. Aquellas se repelen tal cual como el agua y el aceite.

Aún, en pleno apogeo de lo tolerable y respetable, se continúa evadiendo a aquel que es diferente y que pretende tejer sus redes de maldad en la mente de los más ingenuos. Se rechaza a todo aquel que se manifieste en contra de lo ya propuesto y con ello se logra aquella división de grupos. Esto sucede día tras día (aunque es un fenómeno antiguo) y tal parece que la gente se queda corta de neuronas y la energía se les agota para seguir pensando.
    Lo de hoy es saber señalar con el dedo más grueso para interrumpir ideas o creencias que en apariencia ponen en peligro la estabilidad social y sientan bases para la creación de malvados duendes con bigote que no harán más que corromper a la pobre humanidad.

Esta vez le ha tocado servir de blanco a una pareja de personajes de ficción, famosos por el show infantil educativo Sesame Street, o en su versión al español, Plaza Sésamo. Ha surgido la noticia de que estos dos simpáticos personajes son en realidad una pareja homosexual.


Mucha gente ha salido en contra, como es costumbre. Dicen que pervierten la mente infantil de nuestros niños y los hace pensar en cosas sexuales. No me invento nada de lo que ha leído; es cuestión de ir a la sección de comentarios de cualquier entrada que toque este tema y leer las opiniones, algunas repletas de faltas ortográficas, claro.
    Aquí existen dos problemas. El primero, y el más difícil de tratar, reside en la percepción que la gente aún tiene de la homosexualidad. Tal parece que su obsesión aún no se condensa y creen todavía que una preferencia sexual diferente es sinónimo de una inminente corrosión a la sociedad. El problema se agranda cuando estos “desviados” quieren imponer sus ideas de diversidad en las mentes de los jóvenes en un programa que se supone que educa a los niños. Un programa cuya misión básica es promover el respeto.
    Lo segundo nace directamente de la ignorancia. Aquellos que se oponen por completo a la homosexualidad de Beto y Enrique no se han tomado la molestia en investigar dicho tópico en su totalidad. Resulta que estos seres de felpa y de ojos que no parpadean son simples amigos; compadres; colegas; roomies.

Aquel que aseguró que Beto y Enrique eran pues una pareja amorosa ha sido el guionista, Mark Saltzman, el cual dijo alguna vez que su versión del background de Beto y Enrique es un tanto diferente a la original. O sea, se ha tomado la libertad de interpretar el concepto de estos personajes.

Ya no es sorpresa que los usuarios de internet opinen, independiente de la naturaleza de sus creencias. Siempre lo harán y siempre tratarán de defender lo indefendible, o sea, una pobre forma de ver el mundo el cual, y en contraste, se rige por sus vastas diferencias.
    Es más que claro que el público es tan sensible como uña de bebé. Tal vez ahí reside el problema. No pueden percibir que el deber de uno es el de analizar las cuestiones que se presentar con el fin de decidir si existe peligro o no para poder actuar con ética, lógica y todo lo que conlleva la búsqueda de soluciones.

Por último, ¿por qué empeñarse en reprobar casos como este cuando el mundo está cada vez más envuelto en problemáticas realmente serias? 

lunes, 16 de julio de 2018

Silencio


Se dice que el silencio es un ente imaginado. Al menos en esta tierra, presenciar el silencio total es un acto inconcebible por más apacible que sean las circunstancias de la naturaleza o las propias creaciones del hombre. Intentar invocar el silencio es pues un dilema. El viento, las criaturas del ambiente, motores vibrantes, gente conversando, melodías y un largo etcétera que nos aleja del él. Nuestros propios pasos, nuestra perpetua respiración son de igual forma ejemplos de qué tan apartados estamos de encontrarnos con el verdadero fenómeno llamado silencio.

Silence is Golden, Carol Sweetwood

Querer estar en paz, sentir que nada se mueve. Intentar cerrar los ojos sin ningún temor hasta desaparecer todo rastro de conciencia. Eso es anhelar el silencio. Eso es corresponder nuestra naturaleza humana a la aparente infinidad de una situación sin voz, sin sonido.

Hoy todo es ruido. Nadie se calla, todos tienen algo que decir aun sin tener la habilidad de hablar y mover la lengua para comunicar. Una palabra causa un estruendo que termina siempre derribando la protección que el silencio ofrece. Nuestros oídos están más activos que nunca. Estos son un par de máquinas que no conocen descanso alguno. Estamos evadiendo la simplicidad de vivir en silencio.

La búsqueda de convivencia con lo silencioso es un acto necesario. El simple hecho de estar cansado de escuchar se manifiesta en todos nosotros. Lo hacemos todas las noches cuando nos recostamos con el propósito de relajarnos para desconectarnos con lo real. El silencio se vuelve una necesidad cuando todo a nuestro alrededor lastima nuestros tímpanos y los hace querer gritar para intentar evocar irónicamente un poco de silencio.  
 
A Quiet Place, Youtube.com
En la película A Quiet Place nos enfrentamos a una alegoría que demuestra nuestra moderna esencia silenciosa. Los personajes deben hacer el menor ruido posible ya que diabólicos seres están siempre atentos y a la espera de percibir un grito o el simple sonido de hojas quebrándose bajos los pies descalzos para así poder atacar.
    Uno de los protagonistas, la niña sorda, representa la agonía de no poder escuchar y al mismo tiempo materializa una paz añorada por muchos. No poder escuchar es cuando el silencio nos abraza tratando de consolarnos y decirnos que allá afuera no hay nada que escuchar.

Sin embargo, después de todo lo dicho, la ubicuidad del silencio nos dice que basta con mirar a nuestro alrededor para convivir con él ya que después de todo el silencio no es la simple ausencia de sonido. Una planta en el corredor, el retrato de alguien en la pared, frutas en un cuenco, zapatos bajo la cama, el niño con hambre, el húmedo paisaje después de la lluvia, la mirada del amante. Todo aquello, ubicado en la cotidianeidad es, de alguna forma, sinónimo de silencio. 

¿Qué es realmente el arte?

Creo es obvio, pero debo advertir que las opiniones de la siguiente entrada son basadas en percepciones personales. Me he anclado a la lib...