Se
dice que el silencio es un ente imaginado. Al menos en esta tierra, presenciar
el silencio total es un acto inconcebible por más apacible que sean las
circunstancias de la naturaleza o las propias creaciones del hombre. Intentar
invocar el silencio es pues un dilema. El viento, las criaturas del ambiente,
motores vibrantes, gente conversando, melodías y un largo etcétera que nos aleja
del él. Nuestros propios pasos, nuestra perpetua respiración son de igual
forma ejemplos de qué tan apartados estamos de encontrarnos con el verdadero
fenómeno llamado silencio.
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Silence is Golden, Carol Sweetwood |
Querer
estar en paz, sentir que nada se mueve. Intentar cerrar los ojos sin ningún
temor hasta desaparecer todo rastro de conciencia. Eso es anhelar el silencio.
Eso es corresponder nuestra naturaleza humana a la aparente infinidad de una
situación sin voz, sin sonido.
Hoy
todo es ruido. Nadie se calla, todos tienen algo que decir aun sin tener la
habilidad de hablar y mover la lengua para comunicar. Una palabra causa un
estruendo que termina siempre derribando la protección que el silencio ofrece.
Nuestros oídos están más activos que nunca. Estos son un par de máquinas que no
conocen descanso alguno. Estamos evadiendo la simplicidad de vivir en silencio.
La
búsqueda de convivencia con lo silencioso es un acto necesario. El simple hecho
de estar cansado de escuchar se manifiesta en todos nosotros. Lo hacemos todas las
noches cuando nos recostamos con el propósito de relajarnos para desconectarnos con
lo real. El silencio se vuelve una necesidad cuando todo a nuestro alrededor
lastima nuestros tímpanos y los hace querer gritar para intentar evocar
irónicamente un poco de silencio.
A Quiet Place, Youtube.com |
Uno
de los protagonistas, la niña sorda, representa la agonía de no poder escuchar
y al mismo tiempo materializa una paz añorada por muchos. No poder escuchar es
cuando el silencio nos abraza tratando de consolarnos y decirnos que allá
afuera no hay nada que escuchar.
Sin embargo, después de todo lo dicho, la
ubicuidad del silencio nos dice que basta con mirar a nuestro alrededor para
convivir con él ya que después de todo el silencio no es la simple ausencia de
sonido. Una planta en el corredor, el retrato de alguien en la pared, frutas en
un cuenco, zapatos bajo la cama, el niño con hambre, el húmedo paisaje después
de la lluvia, la mirada del amante. Todo aquello, ubicado en la cotidianeidad es, de alguna forma, sinónimo de silencio.
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